De la Emoción a la Racionalidad Financiera

Ahora que el mundo está pasando por una crisis muy comentada y poco documentada, resaltan aspectos de nostalgia y/o de reflexión frente al ahorro. Si en nosotros como consumidores prevaleciera el postulado de Marshall de actuar como personas racionales que maximizan la utilidad para alcanzar mayores beneficios con el menor esfuerzo; sin duda, tendríamos que pensar en el ahorro como el principal factor de racionalidad y seguro financiero, para superar la época de “vacas flacas” que se produce en situaciones de calamidad como la que sobrellevamos hoy.

¿Son las emociones el principal enemigo del ahorro? Siempre hará falta una blusa, un par de zapatos, un nuevo celular y una infinidad de cosas inútiles o innecesarias que, de acuerdo con teorías del marketing moderno, se llevan aproximadamente el 70% del ingreso. Algo parecido sucede con la compra de alimentos y es por eso, que los grandes almacenes han desarrollado estrategias de exhibición comercial donde los productos que les generan mayor rentabilidad se ubican en los entrepaños centrales de las góndolas y los bienes básicos cerca al piso o al fondo de la tienda.

En plena crisis financiera de 2008, fue Alemania el país que dejó la primera enseñanza. Sus residentes en conjunto eran los únicos en el mundo que tenían capacidad de ahorro y si sus habitantes tenían excedentes monetarios, entonces Alemania podría sortear mejor la crisis. En este momento las empresas que mejor están sobrellevando la crisis en Colombia son aquellas que tenían recursos en los bancos e inversiones temporales en papeles comerciales de corto plazo como CDTs.

Otro enemigo del ahorro es la capacidad nuestra de culpar a otros o a la pobreza y aparecen frases como: “es fácil decirlo cuando otros ganan tanto y yo apenas devengo el mínimo” y la pregunta es ¿Y cuando puedo? ¿Ahorró? Seguramente no.

Ahorrar exige ser racional, es tener la capacidad de decir no a nuestros caprichos, es tener la fortaleza mental para dejar pasar de lado la publicidad y los comerciales en medios masivos o en los puntos de venta y adquirir artículos inútiles; eso no es ser tacaño, es ser sensato. Además, no es cierto que comprar compulsivamente da felicidad; por lo menos no, desde el principio de racionalidad.

Aprender a ahorrar exige un esfuerzo como el de despertar el interés por la lectura, exige constancia, disciplina y ganas. En alguna faceta de mi vida conocí a un profesor de la universidad nacional que me enseño una técnica que sirvió para mejorar los hábitos de lectura, “no lleve un libro en la maleta, lleve dos, un libro con temas que le gusten y empiece por leer cinco páginas y luego abra el otro con temas de poco agrado, y lea dos páginas”. Funcionó.

Igual sucede con el ahorro. Empiece atesorando, es decir guardando algo de dinero en una alcancía o en un cofre que cumpla ese fin. Se dice atesoramiento porque no recupera la pérdida de valor en el tiempo que sufre el dinero, y luego, aunque no comparto las políticas del sistema financiero colombiano, lo mejor es bancarizarse y adquirir un producto con ellos, que habitualmente es una cuenta de ahorros.

Tener una cuenta de ahorros no es sinónimo de ahorro, pero si se es disciplinado y se sabe manejar, con seguridad se tiene una mejor administración de los recursos de por si escasos.

Ahorrar tiene necesariamente que convertirse en costumbre y no se trata de estar en permanente conflicto consigo mismo de compro o no compro, me doy gusto o no; se trata de entender que el futuro es impredecible, que está lleno de incertidumbre, que mañana cualquier cosa puede suceder y que la realidad es que en tiempos de crisis la mayoría de nosotros actuamos de manera egoísta y siempre pensaremos primero en nuestro bienestar y luego en el de los otros, pero si los recursos solo dan para nuestra subsistencia pues no se podrá ayudar al otro, así se tengan las mejores intenciones.

Si aprendemos de la crisis y empezamos a organizar nuestras finanzas de tal forma que nos ajustemos a vivir con lo necesario y cuando se presente la oportunidad ahorremos algo, les puedo asegurar que el futuro va a ser menos incierto y seguramente logremos mejores indicadores de vida para nosotros y nuestras familias. Tal vez, si ahorramos, más adelante podamos ayudar a otros y como dijo el cacique Miranda en la obra del reconocido periodista Juan Gossain, se pueda morir con la tranquilidad del deber cumplido.

Pedro Israel Laytón Coy

Director programa de Finanzas y Negocios Internacionales.